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Lander SANTAMARIA
Publicado en Noticias de Navarra el 11 de abril de 2011
A mediados del siglo XIX y hasta fines de siglo, la saga de los Anchorena, originarios del Valle de Baztan, llegaron a poseer una inmensa fortuna y una cantidad tan impresionante de tierras que se decía que “si querían ir desde Buenos Aires a Mar del Plata a caballo no necesitaban salir de sus propios campos”.
ELIZONDO. Es uno de los datos y no el mayor, que alientan el mito y la leyenda de riqueza, de una familia de Berroeta, de humilde origen, que llegó a ser la mayor potencia económica de Argentina. En apenas tres cuartos de siglo, los Anchorena amasaron una fortuna tan inmensa que los hizo casi dueños de la provincia de Buenos Aires. El primer Anchorena en Argentina, Juan Esteban de Anchorena y Zundueta, nace “de clase media pobre” el 15 de febrero de 1734 en Pamplona, y llega con 17 años al virreinato en plan de “hacer la América” ya que era un segundón (tras el primogénito, así eran llamados los hijos menores) y se establece en “una ciudad de segundo rango como la Buenos Aires del siglo XVIII, en lugar de Méjico o Lima, los grandes centros de aquel entonces”.
Los Anchorena eran naturales de Anchonea de Berroeta, que luce el escudo de armas ajedrezado de plata y negro en la fachada de su casa, otorgado como ellos mismos sostienen “a todos los habitantes del Valle de Baztan por igual, por su actuación en la batalla de Navas en 1212 por el rey Sancho Abarca por su valor y lealtad en defensa de su rey, y por su carácter de hidalgos”. Juan Esteban instala una pulpería (comercio y taberna) en 1767, desde la que según consigue sus primeros capitales inicia sus contactos con grandes señores que le ayudarán en su ascenso.
El solar originario en Berroeta de los Anchorena, los mayores hacendados de Argentina.
Fotografía:
ONDIKOL (Noticias de Navarra)
Así, se casa con una criolla de familia arraigada, Romana Josefa López de Anaya, y esa unión es la que marca el comienzo de la historia de los Anchorena en aquel país. Desde el primer momento, Anchorena muestra un formidable espíritu de empresa gracias al que logra enormes ganancias en dinero y bienes de capital que acrecentarían después, en mayúsculas proporciones, sus tres hijos y más tarde recaerían por herencia en los numerosos descendientes.
Es así como los Anchorena, a partir del esfuerzo de Juan Esteban, padre, llegan al siglo XIX con una inmensa fortuna. En 1815, ya habían podido comprar varias propiedades en la ciudad y tenían una extensa quinta para pasar los veranos, y es cuando empiezan también a comprar campos en la provincia de Buenos Aires con el asesoramiento y el apoyo de Juan Manuel de Rosas, el gobernador en la época en que el virreinato del Río de la Plata lucha por su independencia del dominio español.
La biografía de los Anchorena es apasionante, hasta hacerse increíble la consecución de semejante riqueza y tan inmensa posesión de tierras, ya que todavía hacia 1930, se calculaba que sólo diecinueve miembros de la familia, reunían ¡378.094 hectáreas! unicamente en la Provincia de Buenos Aires. Casi unos desconocidos para los baztandarras de hoy, los Anchorena son uno de los casos más singulares de la gran aventura de Baztan en América.
Onzas de oro para empedrar las callesEl diario de humor político El Mosquito publicó en 1867 un chiste en el que retrata a un Anchorena con toda su fama de derrochador y multimillonario. Este Anchorena proponía nada menos que “empedrar las calles de Buenos Aires con sus onzas de oro, en lugar de bloques de adoquines”. El ejemplo es gracioso pero denota una realidad que se propaga en los ámbitos populares. Aarón, uno de los nietos del patriarca Juan Esteban, heredó entre otros bienes 20 establecimientos ganaderos sobre 273.600 hectáreas de las mejores tierras del litoral, pobladas con más de ¡150.000 cabezas de vacuno y 400.000 ovejas! De él se decía que, al terminar las grandes comidas que daba en los hoteles de Europa hacía destrozar la vajilla por un perro. Y no menos ostentosos, otros Anchorena, cuando venían a Europa, llevaban en el barco a criados, cocineros, niñeras, choferes, y hasta gallinas y vacas, para tener huevos y leche fresca. Habrá que volver sobre el devenir de esta familia, que llama la atención hasta el asombro. |
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